sábado, agosto 17, 2013

Crisis de los Treinta (8 años después)

Ya me lo decían: 'Santiago es una ciudad dura, difícil, fría y veloz', pero mi terquedad de adolescente tardío me llevó a desafiarla. Y aquí estoy desde hace más de dos años, entre el monstruoso concreto y la vegetación que se impone a cada ladrillo; entre las multitudes que corren como autómatas y la soledad permanente, que a ratos se ve desplazada por la tibieza de una esporádica compañía; entre el bullicio que nunca se apaga y el silencio de mis propios pensamientos.

Aquí literalmente he llorado, entumecido por el frío y sofocado por el calor. Me he sorprendido con la indiferencia de la gente y me sigo perdiendo hasta en las estaciones de metro. Aún así no me arrepiento. Lo pensé tantas veces que ya es una sentencia: No volvería atrás aunque, a mis casi 40 años, tenga que pararme en las esquinas a hacer malabarismo, por dinero. 

Hace 10 años vivía en una ciudad pequeña, tenía el trabajo ideal y una relación estable, que de tan larga y madura se volvió perfecta, tan perfecta, que se rompió al primer error. Confieso que jamás sentí dolor semejante y a pesar de no guardar sentimiento alguno, al punto de olvidar hasta su voz, es imposible remontarme a aquella época sin llorar como la primera vez y morir nuevamente. Gracias a él entendí lo que es el desarraigo emocional, conocí el dolor del desprecio y aprendí a temerle al amor. 

Hoy mi vida se encuentra en una posición absolutamente distinta a la que dejé hace más de dos años. Extrañamente mi forma de hablar, vestir, relacionarme y sonreír, se han vuelto más naturales que nunca y me veo rodeado de gente linda en todos los formatos existentes.

Mi círculo más cercano, el más querido, es el de mi trabajo. Partiendo por mi jefe, Pumba, un gordo adorable lleno de energías; Una jovencita, 'Joselayners', tengo la misma edad de su padre y alegra mi día con chistes. La Gringa, que canta con el alma y desordena a todo el mundo, sobre todo a las mujeres. Mi Priscila, la más bella, la mujer más fuerte que he conocido después de mi madre. Anita, la niña que llora si no le dan papas fritas. 

Aaron, mi hermano/hijo. Sole, mi gorda. Mi linda Pachi. Todos coterráneos haciendo patria en Santiago. Los adoro!

Aunque para muchos, plataformas sociales como Twitter sean un mero juego, para mi fue la primera y única manera de interactuar al llegar aquí. hoy en día es la ventana por la que miro al mundo y desde donde han salido relaciones afectivas maravillosas. 

Facebook es el cordón umbilical que me une a mi familia y los pocos cariños que dejé en aquella ciudad endemoniada. A mi familia amo con el alma y al resto los recuerdo con cariño.

Santiago es una ciudad dura y difícil, es cierto, pero he aprendido a encontrar luz en cada una de las personas a las que he conocido por muy débil que sea el lazo que nos una. He visto sonrisas en rostros grises y he sentido tibieza en cada mano que he estrechado. Quizás sea esta mi verdadera crisis de los treinta. Puede ser que me esté acostumbrando a la ciudad o que me esté camuflando con el entorno. A ratos me siento como la vegetación que desafía al concreto, en otras ocasiones como un autómata más, pero he llegado a la conclusión de que hay más vida en este lugar de lo que jamás imaginé antes de venir. Basta con pensar que hay 6 millones de hermosas e interesantes historias allá afuera, y yo quiero conocerlas todas...

Hoy es mi cumpleaños número 38, estoy solo en mi habitación por opción propia, por costumbre y por derecho...

Hoy es mi cumpleaños número 38 y esta es parte de mi crisis personal.