viernes, agosto 17, 2007

Aquellas Primeras Veces

Hay situaciones en la vida para las cuales no estamos necesariamente preparados y es preciso vivirlas para entender su significado y su impacto en nuestro ser, como el primer beso o el primer matrimonio, el primer día en nuestro primer trabajo o la primera vez viviendo solos.

Pocas de ellas suceden solo una vez en la vida y son esperadas ansiosamente, como el cumplir la mayoría de edad, pues eso nos abre las puertas a un mundo de libertades que jamás experimentamos antes, en una pseudo independencia sostenida por unos padres, quienes miran atónitos y un tanto impotentes el resultado de 18 años de bombardeo valórico y de ejemplos, tal como si se tratara de un Frankestein que recién despierta y del cual no conocen su comportamiento.

Fuera de lo traumático o enriquecedor que puedan resultar estas ‘primeras veces’ , las mismas tienden a repetirse cada cierto tiempo y aunque contemos con la experiencia de haberlas vivido, cada vez suceden en circunstancias diferentes por lo que siempre generan un alto grado de ansiedad muy similar al de la original.

La idea de independizarse despierta incertidumbres que solo son calmadas una vez que pasamos un par de meses en la nueva casa. Sentimos orgullo por ser autosuficientes y creemos ganar en experiencia. Por otro lado y luego de vivir años por nuestra cuenta, cuando debemos mudarnos de casa por el motivo que sea y a pesar de tener en nuestra memoria emotiva aquella primera mudanza volvemos a sentirnos vulnerables y es inútil echar mano a lo vivido anteriormente. La sensación se repetirá cada vez que nos enfrentemos al cambio de lugar físico.

Después de cumplir los anhelados 18 años, cada doce meses vendrá un nuevo dígito a engrosar nuestra edad. Así pasamos los veintitantos hasta llegar a los treintas. Cada cumpleaños, después de ello, se transformará en un constante cuestionamiento de lo que hacemos, de donde venimos y donde vamos, lo que hemos hecho y dejamos de hacer, lo que quisimos ser y no fuimos, una que otra promesa y más de alguna decepción. Otra vez el hecho se repite y la experiencia previa de nada vale. Cada año será distinto, pero la sensación es la misma, estemos en compañía o en la más rotunda soledad.

Después del primer beso otros primeros besos con otras parejas vendrán y sentiremos el mismo entusiasmo. Después de una ruptura amorosa, la siguiente estará destinada a morir tarde o temprano y lloraremos. En algún momento tendremos que cambiar de trabajo y viviremos nuestro primer día en este.

En definitiva, cada vez que nos enfrentemos a un cambio, a pesar de haber pasado por él anteriormente, generará sensaciones idénticas por el sólo hecho de vivirlo en circunstancias distintas al primero, como si de una espiral cíclica se tratase donde las situaciones se repiten y de la cual conocemos perfectamente su inicio y final y a pesar de ello reaccionamos siempre de la misma manera y con la misma intensidad, como si fuésemos un supuesto impredecible Frankestein que despierta con cada primera vez y siempre de la igual forma.


Feliz cumpleaños para mi, otra vez.