lunes, octubre 23, 2006

Placer... Culpable?


Placer… Esa exquisita sensación de bienestar pleno, producto de algún hecho fortuito o planificado, que nos produce alegría y satisfacción, nos aturde y nos sume en un estado de semiinconsciencia, dejándonos vulnerables a todo cuanto nos rodea.

Comer un chocolate a media tarde, dejarlo fundirse en nuestro paladar, mientras saboreamos lo cremoso de su textura, hace que el placer esté presente en cada bocado. Los hay almendrados, aireados, rellenos, extremadamente dulces o amargos. Por lo general comenzamos con trozos pequeños de una barra grande, casi sin darnos cuenta y en menos tiempo de lo planificado, terminamos por hacerla desaparecer completamente, de seguro llevados por la sensación de felicidad que nos provee. Hay quienes describen este estado como único y más de alguno que prefiere disfrutarlo en solitario.

Deleitarse con un buen vino no es sinónimo de bolsillos abultados. Ya sea en soledad o en compañía, al descorchar un vino se abre paso al goce que, sorbo a sorbo, va entregando infinidad de sabores dulces y amargos, frutosos y maderosos, de los cuales se dan nociones en la contraetiqueta del envase y cuyo descubrimiento se convierte en todo un desafío. La práctica hace al maestro y quienes saben degustarlo han entendido que el placer es líquido y viene embotellado.

‘Fumar es un placer’, ya lo dice el tango eterno. Independiente de la opinión de los no fumadores, quienes sí gustan de un buen cigarrillo después del trabajo, al son de un café y con amigos, saben que el placer que cada bocanada de humo entrega hace que el fin de la jornada parezca menos tensa. Definitivamente se trata de ‘Un placer sensual’.

Hoy por hoy, hombres y mujeres disfrutan del placer que entrega el ir de compras. Cuando se trata de abstraerse de una pena o de liberar tensiones, nada mejor que autocomplacerse regalándose algún perfume, un par de zapatos, un disco, una prenda de vestir o algún aparato computacional. Tanto mejor si se pide envuelto en papel de regalo, para después abrirlo a tirones en casa y dejarse maravillar con la nueva adquisición, como si se tratase de una sorpresa.

Quizás una de las fuentes primarias, instintivas y universales, generadoras de inagotable placer es el sexo. Entre las sábanas y fuera de ellas, el goce se despierta al compás de las caricias. La fórmula es simple, dos cuerpos, complicidad, algo de química y feromonas dispuestas a ser reconocidas y aceptadas, abren paso a los besos y el sudor. La aceptación de ambas partes da rienda suelta a los gemidos y a los movimientos acompasados, cuya técnica puede variar, pero siempre despierta el placer a borbotones, antes, durante y después del orgasmo. Nuestra piel está diseñada para sentir y nuestro cerebro recibe las señales aún estando con los ojos vendados. Hay a quienes les resulta placentero el entregar placer y llegan al clímax tan solo con saber que satisfacen a su pareja, otros en cambio, buscan el gozo a través de su propio sentir. La fórmula resulta aún estando solos, la masturbación provee de sensaciones hechas a la medida, donde el ritmo y el tiempo son manejadas a nuestro antojo y el descubrirse lleva al conocimiento de nuestro cuerpo y sus puntos erógenos.

Cosas tan comunes como los chocolates, el vino, el fumar, las compras y el sexo pueden hacer nuestra vida más simple, despertando en nosotros sentimientos que nos pueden llevar a la gloria.

Más allá de lo placentero, debemos estar conscientes de que todo efecto de goce derivado de un acto que no se encuentre sustentado en bases sólidas de armonía interior, tiende a desaparecer con mayor rapidez conforme pasa el tiempo y hacemos uso de estos ‘parches’ de felicidad y, por consiguiente, pueden llevarnos a caer en una adicción.

El chocolate nos regalará tardes de placer y con ellas iremos directo a la obesidad; El vino nos deleitará con sus aromas y sabores, al mismo tiempo que será la antesala al alcoholismo; Bocanadas de humo de tabaco serán siempre sensuales en la misma medida que crearán dependencia; Nuestros propios regalos nos traerán alegrías y más de alguna manía compulsiva; Las artes amatorias nos llenarán de orgasmos, pero una vez que el kamasutra se agote, nuestros cuerpos pedirán más y no habrá quién nos detenga.

La búsqueda de la satisfacción personal utilizando el placer como mero instrumento de felicidad fácil y rápida parece no tener sentido sin autocontrol. Este último podría ser la clave para no caer en espejismos de desaparición progresiva e inminente.

Cabe preguntarse, ¿Somos nosotros quienes cargamos culpas por sentir placer?, o ¿Es el placer culpable?

lunes, octubre 16, 2006

Parejas Im-perfectas


Independiente de nuestro género, edad y condición sexual, llevamos la necesidad de compañía grabada en nuestros genes a modo de instinto, de seguro amparada por el deseo, también instintivo, de dejar descendencia.

Si bien es cierto, muchos se jactan de no sentir la obligación de estar en pareja y pueden permanecer meses e incluso años en soledad, pero a la hora de sentir enjambres de mariposas en el estómago no hay quien se resista a dejarse enamorar, aunque ello traiga consigo una bandada de complicadas situaciones y sacrificios que nacen del compartir tiempos, gustos, palabras y maneras y que involucran silencios, disgustos, manías y hasta dinero y espacios, las cuales logran romper todo esquema unipersonal forjado como traje a la medida y dan paso a una incómoda y frágil vestimenta hecha para dos, con tallas, diseños y colores entremezclados que nunca termina de zurcirse o no queda del todo bien y cuyos materiales van siendo de mejor calidad conforme pasan los años, siempre y cuando se aprende a vivir en él desde un principio.

Se dice que la vida es demasiado larga y dura para vivirla en soledad y que para cada quién existe su cada cual, pero ¿Qué tan complejo resulta encontrar a la mitad correcta para así zurcir el traje perfecto?, más aún, ¿Existe la mitad correcta?

Si hacemos caso a esos dichos y para obtener respuestas claras, en necesario echar mano a otras sentencias como: ‘Toda escoba nueva, al principio, barre bien’ y ‘Los opuestos se atraen’.

En el caso de la primera, debemos estar conscientes de que nuestro radar buscador de almas gemelas nunca se encuentra del todo bien calibrado y, lo que es peor, las señales enviadas por nuestros prospectos no siempre son del todo reales o exacerban los dones ocultando los defectos, haciendo que las mentadas mariposas se despierten al primer atisbo de concordancia con nuestros anhelos. Luego de dado el primer paso y al cabo de un tiempo, notaremos indicios de discordancia al ver emerger a la persona en su real amplitud. Será inevitable no sentir que se nos ha engañado, al recibir peras habiendo comprado manzanas. La mueca de frustración se asentará en nuestra frente y nos sorprenderá con la aguja enhebrada a punto de comenzar a crear nuestro traje bipersonal.

Con respecto a la segunda, es fácil encontrar parejas perfectas a nuestro alrededor que, quizás sin saberlo, han logrado perdurar en el tiempo gracias a este concepto, en donde uno es el protector y el otro protegido; Uno buscando la imagen de su madre y su pareja siendo maternalista; Liberales y conservadores; Jovencitas con mayores y al revés; Patrones con sus empleados; Doctoras con carniceros; Artistas con ingenieros. Debemos intuir que el mejor plan existente para ahorrarse el trance de buscar eternamente o de sufrir desilusiones, es el de encender nuestro radar y aleccionar a los testarudos insectos estomacales a activarse solo con aquellos seres que representan, estrictamente, el polo opuesto al nuestro: Gordura y delgadez; Belleza y fealdad; Inteligencia y estupidez.

Saque conclusiones usted mism@ y tenga a la mano agujas de cariño, telas de confianza e hilo de amor. Forme la imagen de su perfecta alma gemela apagando, en primer lugar, el radar que se enciende sólo con escobas de dudosa calidad y aleccione a sus mariposas internas a que despierten con su ‘antagonista’. Si usted es un flaco, alto, calvo, de profesión psicólogo… Enamórese perdidamente y sin reparos de una mujer gorda, baja, pelucona y demente. Por otra parte, si usted es una mujer joven, estilizada, rubia, alegre y culta, no tenga problemas en caer rendida bajo los encantos de un viejito, jorobado, morocho, amargado e ignorante.

Tome en cuenta que las frases citadas aquí llevan siglos en el subconsciente de las personas y han traspasado generaciones por lo que hay que darles el crédito que se merecen.

De todas formas, si los prejuicios sociales le superan y si de frases se trata, puede justificarse utilizando aquella que dice: ‘Dime con quien andas y te diré quien eres’, pero estará destinad@ a zurcir muchos trajes imperfectos al tiempo que se estará perdiendo la oportunidad de pasar el resto de su vida junto a su pareja perfecta.

lunes, octubre 09, 2006

Celos

Es imposible nombrar algún sentimiento más potente e indomable que los celos, igualmente, difícil resulta definirlo en forma clara y sin caer en subjetividades. Existe en toda área referente a las relaciones humanas aunque en muchas de ellas puede confundirse con la envidia, es en lo que respecta a las relaciones de pareja donde se encuentra en su estado más ‘puro’.

Lo cierto es que se trata de la sensación de frustración por ver que algo ajeno se acerca a lo que nos pertenece o que lo únicamente propio deja de serlo. Parte con una mueca en el rostro, le sigue un malestar a nivel estomacal del tipo ansiedad y termina donde la imaginación no puede llegar.

¿Que hace que nuestro amor tropiece en los celos?, más aún, ¿Podemos avanzar en nuestra relación aún sintiéndolos?

En su estado más mínimo son inofensivos y pueden ser considerados como signo de amor. Cuando las relaciones recién comienzan, el sentir celos es el primer indicio que demuestra estar enamorado, que la relación es seria y da pie a continuar. Por lo general se trata de celos utilizados por una de las partes como estrategia para saber el nivel de compromiso por la relación nueva. Así como fácil viene, fácil ha de irse.

En su nivel medio pueden provocar más de algún descalabro y hacer tambalear la relación, pero no por ello necesariamente hacer que esta termine. Aparecen normalmente cuando la relación se expone al exterior como estable y son detonados por la ex pareja que reaparece o por el amigo desconocido que llega a desordenar lo que hemos formado. A pesar de ser complejos, suelen ser manejables, bastando para ello una buena conversación que afiance la confianza.

Los celos enfermizos nacen producto de una mentira de marca mayor descubierta, alguna infidelidad. Incluso solo basta ser inseguro de la relación o tener autoestima baja para sentirlos. Quienes lo sufren suelen ser estigmatizados como enfermos y pueden llegar a cometer más de alguna locura como seguir a escondidas a sus parejas, revisar ropas, papeles y teléfonos celulares hasta encontrar algún indicio de engaño. Un cabello desconocido, una letra no identificable y hasta un número telefónico no reconocible, pueden ser suficientes como para hacer detonar una vorágine de sentimientos calcinantes, haciendo de un par situaciones comunes y explicables, un engaño tácito. Las consecuencias de aquello son inmedibles e imprevisibles y pueden ir desde la ruptura de la relación hasta la muerte del ‘infiel’ en manos de la ‘víctima’.

Quizás se trate de uno de los sentimientos más detestados, socialmente despreciados y negados. Nadie es capaz de aceptarse celoso antes y después de sentirlo. Incluso mientras se está bajo la influencia de los celos, existirán mil y una justificaciones a cada uno de nuestros actos.

Considerando que los pecados capitales son aquellos sentimientos o comportamientos que llevan a cometer pecados reales, es difícil entender porqué los celos no se encuentran en el primer lugar de la lista o ni siquiera exista dentro de tal nominación.

Formando un triángulo con el amor y el odio (el primero es el motor y el segundo es el destino), los celos se encuentran en el peor vértice, haciendo que cada uno de nuestros actos desafíe la lógica, la justicia, la ética y la propia imagen. A pesar de ser un sentimiento básico, es inútil mezclarlo con la razón o suavizarlo con entendimiento, una vez que llega transformará todo a su paso y destruirá cuanta confianza y cordura exista, solo basta tener una pareja estable, sentir en ella un aroma distinto a los propios y el titubeo como respuesta a la pregunta de rigor.

Haga la prueba, busque y encontrará, ya verá como la fórmula es infalible. Después me cuenta hasta donde fue capaz de llegar gracias a los celos.

lunes, octubre 02, 2006

Suicidio


Pensar en la propia muerte nos lleva inevitablemente a imaginarla producto de la ancianidad, una vez que la vida se ha completado dejando poco por hacer o ya todo hecho y el cuerpo ya no nos acompaña. Por otra parte, la muerte de nuestros cercanos, antes de que suceda, es un tema que suele ser poco abordado en voz alta, como si se tratase de un tema tabú, basta con mencionarlo para ser censurado de forma inmediata, haciendo que dicho tópico quede relegado solo a nuestros pensamientos.

El cuerpo humano es frágil y las formas de morir son variadas. Desde asesinatos hasta enfermedades y accidentes, la muerte siempre es inesperada y deja a su paso el desconsuelo de quienes deben siguen viviendo y pensando en lo injusto de la pérdida.

Aún así, pocas situaciones en la vida, relacionadas con la muerte, pueden ser tan devastadoras como el suicidio.

La vorágine de sentimientos que desata un suicidio se asemeja a una supercarretera con una sola entrada, nódulos, rotondas, túneles, desvíos, pasos sobre y bajo nivel y una sola salida, pues siempre se termina tildando a este hecho como un acto egoísta, y al suicida como un ser cobarde. Es tal el rechazo a esta manera de terminar la vida que para más de una religión es sinónimo de pecado imperdonable.

Pensemos en una persona que tiene problemas de comunicación con su familia o que vive solo, sumemos a estas situaciones la falta de amigos, el dolor de una desilusión amorosa, o la nula posibilidad de crear nuevos lazos por miedo a que las malas experiencias se repitan. Agreguemos a ello un mal trabajo o la rotunda y duradera cesantía. Basta solo alguno de estos hechos para generar una depresión que, de no ser tratada o al menos entendida y asumida por los cercanos, puede terminar en desastre.

Siempre se dice, a modo de consuelo, que cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, pero si todas las puertas imaginables se cierran, ¿Somos capaces de vivir solo de ventanitas?

Más de alguno dirá: ¿Quién no tiene problemas?. Así mismo nacen un montón de cursilerías como: "hay que vivir agradeciendo un día más de vida", o, "mira la magia de un atardecer", o, "date un paseo y maravíllate con las flores que nacen por ti", o, "tú eres importante" o frases prefabricadas que buscan aplacar el agobio de quien está al borde del abismo. Lamentablemente, solo sirven de aliciente al interlocutor del alma deprimida, para así sacarse la culpa y la responsabilidad y después poder decir con propiedad: "Yo lo apoyé".

El suicidio no es un acto de soberbia. Quienes han muerto bajo sus propias manos no lo hicieron con un afán de desafiar a nadie, mucho menos se trata de un acto egoísta o de cobardía. El hecho de terminar con la vida propia es solo el final de un largo camino plagado de pequeñas tristezas que van sumándose a la frustración de sentirse sin escapatoria posible. Del mismo modo, una a una van mostrándose las señales de un vacío difícil de llenar, una espiral sin fin y que a los ojos del resto no es más que un simple problemilla sin importancia.

La responsabilidad del suicidio no es del suicida, sino de quienes no supieron empatizar y entender que una pena, por más pequeña que sea, puede transformarse en una enfermedad espiritual mortal y, de paso, cargarán con la culpa por el resto de sus vidas, de no haber abierto puertas y dejar que el aire entre tan solo por las ventanas.