sábado, agosto 26, 2006

QEPD


Uno de los mayores anhelos de los seres humanos a través de los tiempos y el que ha llevado a sufrir más de alguna frustración ha sido el de vivir para siempre. Una vez entendida la imposibilidad de aquel deseo, los mortales han optado por inmortalizarse por medio de sus obras, motivados por el deseo de perpetuarse y de mostrarle al mundo lo importantes que fueron en vida.

Extrañamente, seremos protagonistas de nuestras vidas, estaremos conscientes de cada uno de nuestros movimientos, pero jamás sabremos realmente lo que hemos sembrado a nuestro paso. Será después de muertos, que se visualizará lo que fuimos, plasmado en pocas líneas y grabado en mármol, lo que formará nuestro epitafio, una especie de resumen de nuestra vida y obra, como si nuestro actuar fuese completamente ajeno a nosotros mismos y estuviese en manos de otros el definir cuales fueron nuestras aptitudes o falencias. Peor aún… es nuestro entorno el encargado de mostrar lo que realmente fuimos.

¿Es posible inmortalizar una vida completa en un epitafio?

Echándole un vistazo a las inscripciones post mortem de gente importante o reconocida encontramos casos tan extremos como:

"Estoy aquí en el último escalón de mi vida"
Marlene Dietrich

"Arrebató el rayo a los cielos y el cetro a los reyes"
Benjamín Franklin

En estos casos está claro. Ella, actriz; Él, genio inventor. Sus epitafios son consecuentes con su actuar en vida y les hacen justicia, pues de seguro ambos querían ser inmortalizados de esa forma.

En el ámbito más mundano, si visualizamos lo que podría ser nuestro propio epitafio, descubriremos que existe una diferencia entre lo que hacemos y lo que proyectamos. Un ejemplo simple de esto es el de quien quiere ser recordado como un buen esposo y mejor padre, por lo que trabaja duro para proveer de todo lo necesario, pero su familia solo puede estar sintiendo a un padre ausente y trabajólico.

Está en nuestras manos, entonces, el lograr conectar nuestras emociones con nuestros actos a fin de reflejar nuestra real esencia en la leyenda que nos acompañará en nuestro sueño eterno. Aunque serán nuestros seres cercanos quienes definirán lo que fuimos, siempre está permitido plantear lo que nos gustaría que se dijera de nosotros. Aquí va lo mío:

"Siempre tuve oídos y apoyo para todo aquel que lo necesitara y nunca fui capaz de autoprotegerme...
...Sabía que algún día dejaría de fumar".
Irarrázabal (1975-2006)

lunes, agosto 21, 2006

Ciudades solitarias


En las ciudades grandes las posibilidades de encontrar lo que queremos en el sentido individualista son infinitas. Ropa, diversión, comida, etc. forman parte de los muchos privilegios de los que se goza al vivir en una urbe mayor, todo está al alcance de la mano bajo la premisa de encontrar el gusto en la variedad. Lamentablemente, en este caso así como en toda regla, existe una excepción: Estamos condenados a vivir gran parte de nuestras vidas en soledad.

Curiosa ironía resulta esto, considerando que a mayor cantidad de habitantes, mayores deberían ser las posibilidades de encontrar alguien para compartir nuestras vidas. Otra extraña dicotomía es la de quejarnos de la abundancia de soledad de la que sufrimos, pero al mismo tiempo hacer nada para suplirla.

Si cada vez hay más peces en el mar, ¿qué nos hace ser cada vez menos pescadores?

Lo cierto es que en este tipo de ciudades todo se multiplica por tres, las distancias, el trabajo, las obligaciones y el cansancio, dejando poco tiempo y energía para dejarse flechar por un cupido que a estas alturas parece estar relegado a las labores de reemplazo del hada de los dientes, haciendo comerciales para el mall de moda o como nomo de Santa Claus. El tiempo que tenemos libre, entre trayectos de ida y retorno, lo ocupamos leyendo un libro en el metro, encerrados en un vehículo o conectados a un sistema de sonido mp3 con la cabeza a 45º del suelo, como si buscásemos algo que se nos perdió en algún momento. La ciudad se vuelve gris a pesar de su ilimitada oferta de alegría y diversión.

Realizando un testeo simple es posible encontrar que la mayoría de la gente concuerda en aquello de 'No hay que buscar, el amor aparecerá tarde o temprano', pero insistimos en nuestro comportamiento individualista, encerrados en nuestros propios pensamientos.

Entendiendo que hay abundancia de peces solitarios y que se es uno más, quizás todo sería más fácil si realizásemos el ejercicio simple de mirarnos a los ojos unos a otros en nuestros trayectos de ida y retorno buscando la conexión perfecta, intentando cambiar aquella frase por la de 'Hay una persona para mí allá afuera y hoy voy a encontrarla'. Así lograríamos gozar de los privilegios de nuestra gran ciudad, esta vez en compañía y de paso le devolvemos el puesto y el status al cesante cupido. Al menos, de este modo, las grandes ciudades no serían tan grises.

lunes, agosto 14, 2006

Amores sin voz...


Todos estaremos de acuerdo con aquello de que el amor es el sentimiento más puro y que logra traspasar cualquier barrera. Amar es un privilegio de los humanos no importando edad ni condición. El amor todo lo puede, dicen, pero ¿Qué sucede cuando no es correspondido?

El amor platónico es mayoritariamente atribuible solo a la época adolescente debido a que en dicha etapa de nuestras vidas es fácil caer en enamoramientos unidireccionales, así como fácil también es exponer sus consecuencias públicamente, pues son nuestras primeras incursiones en el terreno desconocido de los afectos no familiares ni amistosos. Es en ese momento, cuando experimentamos lo agridulce del amor, como si estuviésemos practicando para relaciones adultas.

Invisible resulta en la madurez este tipo de amores. Una vez que somos mayores, es impensable para el común de las personas llegar a tener una relación platónica, pero es fácil sentir enamoramiento por alguien a quien consideramos inalcanzable. Quien se arriesgue a exteriorizar su sentimiento quedará expuesto al juicio público, con consecuencias casi siempre negativas.

Todos tenemos un referente estético de persona ideal, cuando encontramos aquello en alguien podemos incluso hasta imaginar una vida en común, pero al encontrarse en un nivel distinto al nuestro es imposible pensar que nos lleguen a corresponder o tan solo a tomar en serio. Cualquier sonrisa o mirada será alimento a nuestro sentir, aún entendiendo que pueda tratarse de simple camaradería. Tan solo nos queda crear casualidades y estirar conversaciones técnicas lo más que se pueda, con tal de prolongar la sensación de bienestar aunque luego se transforme en impotencia, soledad y frustración.

El hermetismo de la situación al no ser sociablemente aceptable, sumado a lo imposible de la formalización y a la constante exposición a una rotunda negativa con posterior alejamiento de hacer explícitos los sentimientos o de tan solo mostrar atisbos de interés, hacen que el amor platónico a los 30s sea un hecho comparable a padecer una enfermedad terminal, no hay antídotos ni tratamientos, nada podremos hacer ante un deseo irrealizable, solo cargar con el sueño de lo que jamás podrá existir y que va en aumento con cada mirada y cada sonrisa.

Por lo pronto, te espero en el mismo lugar y a la misma hora, para hacer de nuestro encuentro un rito mensual para ti y un instante de silenciosa gloria, para mí…

domingo, agosto 06, 2006

Nombres


Cuenta una historia real, con ribetes de mito urbano, que cierto hombre buscaba desesperadamente el nombre perfecto para su hija que ya estaba por nacer. Durante los primeros ocho meses del embarazo de su esposa se había pasado las tardes completas pensando en cual sería la designación que le daría a su primogénita. Buscó por Internet, preguntó a sus amigos, leyó cuanto libro encontró y hasta soñó con ellos mientras avanzaba el tiempo junto con su obsesión por el tema. No quería cualquier nombre, quería uno único y melódico, que le diera un aire de belleza y armonía, convencido de que el nombre tiene mucho que ver con la manera en que se desenvuelve el ser humano.

Se paseó por las Macarenas, las Constanzas y las Catalinas, pero las desechó por ser comunes. Se acercó a las flores con las Alelíes, Margaritas y Magnolias, pero no quería una hija frágil. Esto de encontrar el nombre perfecto se había transformado en una batalla propia y estaba a punto de rendirse cuando a sus ojos llegó el nombre que sonaba a misterio y hermosura: Iloveny. El maravilloso nombre aparecía en la placa de un auto en una película gringa, acompañado con un corazón y, lamentablemente, no era más que la famosa propaganda a la ciudad de Nueva York (I Love NY). Nunca lo supo, al menos no antes de inscribir a su hija en los registros del estado. Ahora su hija carga con uno de los nombres más absurdos del planeta, seguro sumida en una constante vergüenza cada vez que tiene que nombrarlo y todo, por la ignorancia de su padre.

Al mismo tiempo, en otro lugar del mundo nacía la hija de un soldado de la marina norteamericana. Su madre, desconsolada al saber que jamás volvería a ver al hombre de sus sueños, no halló mejor nombre para su retoño que la palabra que vio por última vez mientras se alejaba el barco que llevaba a su ser amado, así lo recordaría por siempre: Usnavi…

Nombrar a alguien es una gran responsabilidad, tomando en cuenta que la persona llevará esa designación de por vida. Considere que existen nombres que, como latinoamericanos, jamás debemos poner a nuestros hijos, como: Briggitte, Brithany, Michol, Brian, Bryam, Brayathan, etc.

Así mismo el conjunto Nombre-Apellido juega un rol importante: Rosa Espinoza, Soila Blanca Nieves, Soila Cerda del Corral, Elba Lazo y Armando Meza, son solo algunos de los normales nombres que, conjugados con el apellido, generan más de alguna sonrisa al escucharlos.

Por último, si piensa que está agradecido (a) de tener un nombre normal, no olvide que al casarse los nombres vuelven a conjugarse, esta vez mezclando el nombre de la esposa con el apellido del esposo, es así como se crean nombres como Marina de Infante o Rocío de Flores…