martes, septiembre 27, 2005

La costumbre de amar


Recuerdo el comentario que me hiciera hace más de 6 años una persona muy importante para mi: "El amor se basa en la costumbre". Tal comentario remeció por completo todo lo naturalmente visceral de mi existir. Cómo iba yo a aceptar tal aberración?!, para mi la palabra costumbre era el antónimo perfecto de la palabra amar.
Luego de varios segundos con la boca semiabierta, con algunas neuronas menos por el chisporroteo generado al interior de mi cerebro ante tal insolente algoritmo y unas nuevas arrugas en mi ceño por la excesiva y prolongada expresión de rechazo, me propuse ir al contraataque con una sola pregunta, la más acertada de todas, la que dejaría en jaque a mi insultante interlocutor, la más aguda, la perfecta... la única que se me ocurrió: ¿Cómo así?...
Mi rival en tal discusión (que recién comenzaba y no tardaría en terminar), sonrió tiernamente y comenzó a asemejar el sentido de las, según yo, enemigas palabras.
Cómo entender el amor de una pareja de ancianos que lleva cincuenta años de matrimonio, duermen en camas separadas, comen juntos pero viendo la televisión, pasan el día separados y cuando están juntos él duerme mientras ella teje, él repara una radio vieja mientras ella alimenta a las gallinas, dentro del día si se dirigen la palabra es en contadas ocasiones y pueden conversar sólo si se logran escuchar el uno al otro. ESO ES COSTUMBRE.
Llevan así desde hace ya varios años, quizás más de 10, perdieron toda o casi toda comunicación. Siguen de la misma forma (o peor) hasta los últimos días de vida y cuando uno de los dos muere... el otro no logra soportarlo y le acompaña, muriendo por lo que uno comúnmente denomina 'de pena'. ESO ES AMOR.
A partir de ese momento comprendí que lo cotidiano puede llegar a amarse y que lo amado puede llegar a ser rutinario.
Y con respecto a la persona que me dio tal paliza mental?, pues la amo cada día más, aunque siga siendo la misma desde ese momento hasta ahora.

viernes, septiembre 16, 2005

La vida en un mall

Entre luces artificiales, con un microclima digno de una playa paradisiaca; música envasada (nada actual), de vez en cuando interrumpida por un locutor que balbusea una oferta de vasos (de pésima calidad); y un desfile interminable de gente,que movida por el consumismo que se ha convertido en algo casi genético, transcurre mi semana laboral.
Supe que estaría nublado, la verdad es que no lo noté. Aquí dentro el sol artificial es tan fuerte que podría hasta broncearme si quisiera...
Así pasamos la mayoría de nuestras vidas, trabajando en lugares porco naturales, con gente poco natural.
Pasamos así la semana completa, añorando nuestros días de descanso... Y cuando llegan... nada mejor que salir a lugares cómodos y acondicionados, para pasear y comprar libremente: LOS MALLS.